Tengo las pilas del control remoto a punto de desfallecer.
Es que no doy a basto cambiando canales hasta finalmente convencerme a mi mismo de que lo mejor es darle al botón colorado y dedicar mi tiempo a otra cosa, por ejemplo, escribir o tocar la guitarra.
Nadie me puede hablar de las alegrías que nos dió Maradona (Diego Armando, no el médico rural, naturista, filántropo Esteban Laureano – reflexiones, por otra parte, que daría para otra discusión larga y tendida, no?).
Nací 10 días después que el astro futbolístico, en aquel lejano 1960, así que absolutamente contemporáneo, recuerdo vívidamente los primeros pasos sobre todo en la Selección Nacional, su desafectación del equipo – por parte de Menotti – que luego ganó el Mundial ’78, el primer título mundial juvenil del ’79, los posteriores amistosos, Argentinos Jrs., Boca, Barcelona, el fiasco del Mundial ’82, el maravilloso ’86 y el increíble ’90.
De ahí en más, es preferible ni acordarse.
Pero cuál es mi rabia?
«Sabés lo difícil que es ser Maradona?».
Juro por Dios que esa frase me desajusta mi ser interior.
Y le contesto al Sr. Televisor: «Sabés quien la tiene difícil? El que tiene que salir a laburar todos los días, viejo…, el que dependiendo de como le vaya ese día, a la noche come o no, come él, comen sus hijos, come toda su familia… Eso sí que es difícil…».
El Diego las tuvo todas a favor, tuvo tranquilidad para él, para su familia, casas, comida, vacaciones, todo bien ganado, por supuesto.
Y seamos buenos, al Diego le gustaba la cámara casi tanto como la pelota. Pero luego, en una actitud compartida por muchos personajes famosos, renegaban de la foto, de los micrófonos, de la persecuta.
Histeria del tipo «seguime pero no me sigan más».
Fue así que la buena gente que tuvo al lado en sus comienzos, incluyendo a Jorge Cysterpiler quien lo cobijó en su casa de Paternal cuando al Diego lo conocía muy poquita gente aún, fue quedando cada vez más lejos.
Al Diego le pudo más la fiesta, dejó a Cysterpiler de lado y eligió a Cópola, quien le garantizaba aprovisionamiento de excesos sin límite.
Sus logros deportivos lo tapaban todo, pero la decadencia ya se había iniciado por ese entonces.
La pérdida de humildad y de asombro, y sobre todo, la capacidad de escuchar a los buenos, es la sentencia de un futuro oscuro.
Allí comenzó a ser difícil «ser Maradona», pero no antes: lo difícil, por decirlo crudamente, se lo buscó el mismo.
Queda su historia deportiva, como él mismo lo dijera: «Yo drogado y todo, dí ventaja. Sabés que jugador habría sido de no haber entrado en esa?», en aquel maravilloso auto-reportaje de «La noche del 10».
Pero aceptémoslo así, contradicción pura y artista consumado, único, incomparable.
Simplemente, lo que no puedo aguantar es el discurso insultante de los idiotas y oportunistas de siempre que nos quieren advertir de lo difícil que es ser Maradona.
Perdón, escribí «es» porque yo también esperaba que el superhéroe saliera una vez más de este embrollo increíble que lo mostró como un viejito de 85 años cuando apenas estaba cumpliendo 60 pirulos.
Maradona se hizo la vida difícil, pero por suerte para él, todo eso ya terminó.
Me quedo con aquellas madrugadas esperando al Juvenil del ’79, dando cátedra ante los azorados orientales.
Diego Armando, pasión de multitudes, hoy descansa por fin.